Era la década de los 90. Bilbao estaba cambiando. Hubo una gran crisis. Aproximadamente el 25% de las personas estaban desempleadas. Los jóvenes no tenían ningún futuro. Eran muy duras y tristes momentos. Pero en la vida hay puntos de inflexión, y en los momentos cuando todo cambia. Y no siempre se sabe cómo sucede. El Museo Guggenheim fue exactamente lo que Bilbao necesitaba.
Otro tema fue que las personas están cambiando su mentalidad. Se decidió no trabajar más en una empresa siderúrgica. Se preferían trabajos más creativos, así que todas estas cosas se juntaron y el museo movió a la gente. El museo era una señal y decidieron que les ayudaría a mejorar.
Mejores resultados de los esperados
Al principio estaban muy preocupados. ¿Por qué hemos de poner nuestro dinero en el museo? Tenemos un 25% de desempleo. La gente necesita más escuelas y apoyo a las familias que no tienen dinero. Pero se nos explicó que el costo de el museo era algo entre 6 o 7 kilómetros de una carretera. Entonces se podría entender de qué estamos hablando. Así de repente la gente creyó que esto era bueno.
Y luego nos atrajo a otras personas de fuera del país. Tenía nuevos hoteles, nuevos negocios de moda y todos ellos vinieron aquí porque pensaron que era una buena ciudad. Luego vino también Arata Isozaki. Había sido uno de los candidatos a construir un Museo Guggenheim. La ciudad había cambiado y con ella los ciudadanos. Y el cambio tiene siempre un efecto colateral. Bilbao es una ciudad hermosa, pero es una ciudad para las personas de cierta edad.
Bilbao tenía planes urbanos de gran desarrollo en 10 o 15 años que pensaban que el plan era construir cosas a lo largo del río. Pero el museo provocó un gran efecto. De repente cambió la mente de las personas y les hizo darse cuenta de que la cultura no es sólo un asunto de placer cultural. No es crecer y crecer y crecer, sino cómo se consigue ese crecimiento.